Del desconcierto a la serenidad, hay un trago de ron y hay una boca
hay una loca ventana a la vigilia, que se abre de par en par en el silencio
supe de a ratos
Que la desigual mueca se acrecienta Que no vale la pena aferrarse al delirio
a la ácida nostalgia de los años Por eso yazgo aquí esta noche, junto a mi desinteresada compañera
la soledad junto a mí, yo
en mi hermosura se celebra el banquete

Apenas entrecierro los ojos, urdiendo los penúltimos coletazos de una absurda lógica imprevista
-Oh! Diatriba a una mujer que crece- Un instrumento suena casi lejano
–debe ser tu corazón como un laúd vibrando las cuerdas de mi locura-

Te recuerdo perfil mío en mis uñas, casi caigo en tu trampa como un zarpazo pero no!
no seré más espuma, me corporizaré esta noche no negociaré con mi cerebro
ni entregaré siquiera mi virginal adolescencia
“aparta de mi este cáliz” me despido incluso de mi libre albedrío
ahora mi albedrío acatará cierta cadencia, cierta vigilia en estado de alerta
no se filtrará como íntertexto ni se regodeará con mis inquisiciones
-seré una elástica presencia, dice- digital oriental perseveral
será esta transición inagotable que desencaja y erosiona que bate a duelo el mí con el yo que no se contenta con el onirismo irrespetuoso y que -no sin antes mostrar su costado revolucionario- echa a andar muy suelto de cuerpo, como si nada, como quien no quiere la cosa (qué cosa no quiere?, mi libertad?, mi centro?) entonces yo me paro y le contesto: es mi viaje coño!



Otra Noche



Otra noche larga y compañera, impiadosa nostalgia
no mano movimiento de tinta
noche ondulada y sola      quieta y oscura como la muerte
negra abismo irrespetuosa

La noche es fría como la pobreza desabrigada olvidadiza injusta inconmovible desértica pesada
La noche hoy no cesa en su tortura en su falta de ética, de aplomo
es brutal, es bestial, es certera con su golpe en la nuca me derriba
me acaricia burlona con su baba de hielo
La noche me muestra cómo existe con disfraz o desnuda
me hace ver monocorde, en blanco y negro
escuchar cómo respira la madera cómo laten los gatos cómo corren las venas y lloran las guitarras cómo miran los ojos en lo obscuro cómo danza mi mano por mi cuerpo
La noche es imprecisa, es pedigüeña es implacable, es irónica, es lasciva
me degenera de besos en el cuello, me ama animal, temblorosa y lenta
me lastima de belleza y de canto de rincón elegido y cotidiano
o debajo de un árbol en el bosque caliente

La noche verdadera es semen y es ternura es mi leche en tus labios y en mis dedos es resaca de alcohol y de cigarros es puro silencio es música es gemidos
nuestro olor en las hojas de un cuaderno

noche que es solitaria esta noche es resina y jazmines y memoria
no me deja en paz no me deja dormir ni amar ni tenerte ni olvidarte no se qué quiere.

URGENCIA DE VOS

                                                                                                               


Porque a la hora de la siesta las sombras caen diferente, las callecitas angostas son más tibias, más íntimas, el ritmo sofocante de las moscas y el olor a fritura se apaciguan hasta el atardecer, es que eligió siempre ese rato para mirar la plaza de cerca y caminarla. Porque acostada se clavaba en el techo y la cara de Marco no dejaba de mirarla, y mientras la cara de Marco no dejara de mirarla, Laura difícilmente habría de dormirse. Se dormía nomás de noche tarde cuando ya la imagen se gastaba, se tornaba vidriosa, lánguida y casi nada de Marco, cuando se volvía una foto vieja, descolorida. Entonces la respiración de Laura se hacía lenta, amodorrada. Soñaba sueños dulces de imágenes claras, de transcurrir lentísimo y planos acercados.

Pero esta noche no soñó. No supo. Se despertó en blanco. Debo hacerlo, lo sé ; lo dejaré por fin, le diré: “Marco, te dejo porque te amo”; debo arrancar de mí este dolor, esta tela violenta que me resguarda. Era en esos momentos más que nunca cuando Laura era laxa, sin estructura. Un cuerpo sin huesos. Nada la contentaba. El desamparo era una sombra persiguiendo sus pasos y el fruto de su boca estaba todavía en plena etapa de esperar otra boca.

Le gustaba arreglar la casa al amanecer. Abrir todo, ventilar ese piso pequeño con olor a café, con pocas cosas alineadas en una simetría de quirófano; con obsesión ardua, doliente –cómo duele organizar los pares de las medias para que se acompañen cuando una misma no sabe acompañarse- y así, rojo con rojo, izquierdo con derecho, punta con punta, volado con volado arreglaba su hogar cada mañana –hogar santuario, hogar asepsia-, para que fuera nuevamente su fin y su principio.
“No es bueno desayunar apenas uno se levanta” –decía su madre y Laura lo recuerda y se baña antes.- Abre la ducha, se sienta en el water despertando de a poco, mirando el suelo, la nada con los ojos lagañosos y secos.
Su piso mira al este. Al este está el mercado con los puestos de frutos y de carnes; los niños callejeros van y vienen pidiendo manzanas, gritando, comiendo con fruición lo que alguno les da. En un zaguán se rasca un viejo. Cómodo, ancho a más no poder en su mugre tibia, cascaruda. El viejo ve a Laura sin falta cada día; siente afecto por Laura. Ella se sienta cada tanto junto a él a hablar de cuando el viejo era feliz con perro hijos amor y el viejo pide a Laura que luche por Laura y por su cielo en la tierra. Ella lo mira y no le importa que la vea llorar. Pero eso es detrás de la ventana. Ahora Laura está acá, detrás del vapor.
Siempre que le cae así de golpe en la cara, la ducha le parece excesiva, filosa. Le gustan los jabones profundos -pero neutros, piensa, con glicerina de la que se consigue en droguerías, que no irrita-, con apenas perfume de mañana en el campo, de jazmines en la costa. Le gusta pensar mientras se enjabona que se baña con savia de las flores, que su cuerpo es un pétalo jugoso en los dedos de Marco. Cierra los ojos al placer y piensa en él. Traga para alisar el llanto en su garganta que rasga de pronto como un perro al que han dejado afuera. Lo bello es vil, es punzante – ¡eres tan bello!-. Nadie acaba impune luego de transitar la perplejidad de la belleza. “Lo bello es caro, es divino. Lleva consigo un costo demasiado alto” había dicho alguien y ella ahora absurdamente lo recordaba como un mandato: “Quien insistiese en la perfección y el gozo de la carne, quien ansioso estuviere por beber los nueve salmos de la luna, las noches calmas, azules…los mares de mármol hamacados en plata… quien albergar quisiera entre sus manos el corazón amado; aquél que insistiese en la perversa, irreverente, obscena perfección de ser feliz…aquel y sólo aquel acabará flotando en la levedad de una tiniebla verde, en la sordera del gemido y de la música, en el amor que jamás, jamás será para él…” No. El amor no es para mí.  El agua le cae por la cara, por los pechos pequeños, adormecidos.

Marco insistió en que lo llame pero ella sabe que debe retirarse a tiempo, que todo es una farsa, un sueño más…. retirarse antes de que una dorada hemorragia del corazón la transforme en lluvia muerta sobre el asfalto –tanto es lo que le duele ser, sola-¡pero Marco se lo ha pedido! Esa era la trampa. Entonces él la llamará y le dirá que la quiere ver y ella: sí, está bien nos vemos –tragando, ocultando un violentísimo grito de felicidad, un relámpago, una piel tersa tersísima toda para él- y harán el amor con la misma ternura y la misma emoción de siempre. No! No debe. Este termómetro suyo de alegría que hoy estalla las capas de la tierra, será mañana una estaca en la nieve helada de su sangre y así lo fue siempre y no hay por qué dudar de que lo fuera esta vez. Cuando está con él, Laura no puede ser Laura, entonces se evapora: es una piel vapor gozando apenas el vestirse, el perfumarse para él, y la voz de Marco en su oído: dulce voz -triste parece- y su aliento y sus manos –esas plumas sangrientas que la saben extrema-. Ser. Siempre ser. Ser extremo. Guerrero victorioso ardiendo en la batalla, ardiendo de muerte en carne viva. Arder. Siempre arder. Laura ama a Marco. Laura está con Marco y sufre. Laura, sola, no es ni se asemeja. Sufre, sí. Cómo sufre. Porque Laura ama a Marco; pero más ama sufrir; “su” sufrir desencajado y trágico, su sufrir de teatro griego, su personaje de princesa suicida – ella así se siente viva, intensa, latiéndole en el pecho una razón para vivir que es dejar de sufrir para -¡de una buena vez, Laura!- gozar de la alegría de la vida-. Pero todo esto ella no lo sabe.
Se ha dormido con el pelo mojado, envuelta todavía en la toalla casi nueva que no seca, que no calma, que deja todo igual pero acaricia. La respiración es rara, musical. Los rasgos quietos, abandonados… El alma espumosa vagando por el cuarto pesado, lento.
Finalmente lo llamó: “Hola Marco, escribí algo que necesito darte.” Lo necesito porque lo escribí para vos, para tus ojos, para la sofocación, la sequedad de mi llanto en vos y si no te lo doy no lo habré escrito, no habré sido real, sí un círculo brillantísimo sí un grito austero de locura invisible y nada habrá ocurrido –había pensado Laura que le diría, pero en cambio le dijo: “pero no hay apuro…cuando puedas”.

Hacía meses que el reloj de la sala se había detenido y nadie lo ayudaba a arrancar –nadie es Laura-; era como si ella misma se hubiese detenido para unirse a su ritmo –ninguno-. No ritmo. No movimiento. No paso del tiempo. La sala es pequeña, junto al cuarto, en el noveno piso. Tiene angosto, extremo, un balconcito en el que Laura pasa largos ratos tomando sol, buscando con la vista el pedazo de cielo que le está destinado. La tarde es de ésas de verano cuando los olores y los ruidos bostezados de la siesta parecen aproximarse a uno, cada vez más hasta meterse en las hendijas de la madera hinchada: Laura en un viejo mecedor de tiento, toma sol. Lleva de a ratos los breteles del traje de baño hacia atrás y canturrea. Una mosca de verano camina por su palma blanda, laxa sobre el muslo; ella la espanta sobresaltada porque de a poco se ha quedado dormida y ha comenzado a soñar con Marco…


“Quiero ser en tu voz y que pronuncies mi nombre tantas veces como te sea posible, lentamente…Marcooo Marcooo nada es mejor música que mi nombre en tu boca”. “Marco, no llames a mi voz como a una brisa tibia entrando por la ventana de tu cuarto. Existo demasiado cuando estoy a tu lado y esto me duele, me perfora como cientos de agujas entrando en mi piel y ya no podré ser, seré en cambio un hueco perfumado latiendo, aleteando en el aire dulce de la tarde” “Hoy no te amo, Laura, es cierto; pero me estoy preparando para ése amor inmenso que llegará pronto, lo sé porque el amor no es desde la nada; no nace crecido, florecido. Se alza de a poco como un árbol y, una vez maduro, resiste la adversidad de las estaciones, la codicia del hombre. Mi cáscara es dura, mis dedos leves son lagartos hambrientos de vos, mi boca un cuenco tibio infatigable… Hoy te miro, Laura. No puedo otra cosa en la vida más que mirarte, el resto…sólo el lívido tiempo que todo lo puede”. Una mosca despierta a Laura. Seca con su lengua la mezcla de sal, sol reseco amargo y lágrima reciente. El labio charco helado y el nudo que no sube ni baja ni se diluye (que asfixia, sí) y el reloj de la sala detenido en la tarde. Laura y Marco finalmente habían tomado café –ella lo acarició con ternura como una niña que cobija un cachorro entre sus manos- antes de que Laura le entregara el papel verde (“te amo, Marco”) -ella nunca había sabido muy bien cómo decir ciertas palabras a los ojos, entonces pronunciaba con tinta cada palabra ardua laberíntica- entregándolo en su mano abierta como si fuese un tesoro, sintiendo su corazón como una música: “gracias Laura…debo irme volando, lo leeré más tarde, si?” La música cesó de pronto. Y el tesoro quedó para más tarde.
Laura ahora está subiendo las escaleras del puentecito que comunica al pueblo con el mercado de frutos. Sube obesa, entumecida; apenas caminando, como si sus piernas fuesen carros tirados por bueyes viejos. Se detiene mareada, atiborrada de vida, orgánica. Cuánto pesa tanto ser en medio de una nada viscosa. Su latido es un péndulo pesado y monótono golpeando su obstinación entre dos realidades. Es una gota rancia en un lavabo, permaneciendo por encima del ser. Su estado es la detención, la quietud hipnótica del YA, no una quietud previa, generadora de acción. No. Una parálisis. Una piedra. Y como piedra sabe que jamás tendrá el coraje de preguntarle a Marco si la ama –no, no me ama, lo sé-. Lo intuye con la certeza del olor del café fresco –tal la verdad y la crudeza-. Su alma se abre como un inmenso arcón en el que anidan todos los secretos del universo y de él sale una voz -la de Laura-: “Marco nunca podría amarte Laura…siempre la misma ingenua…”. Laura no soporta siquiera la idea de que él no la ame, la desgarra. Ahora está tiesa, pálida, descompuesta. Costándole, se dispone a caminar, llega finalmente a la esquina de puertas verdes, alza la vista hacia su propio balcón cubierto de madreselvas veraniegas y frescas. Busca en su cartera las llaves –casi no ve de tanta lágrima-. Le viene de pronto una tarde de infancia corriendo desde la escuela por el puente, con pies de barro seco… Piensa en Marco. Piensa en llamarlo…

Cuando Marco la besa ella se llena y se desborda, el corazón le da vuelcos, la rodea rebotando loco, como una bolita de goma. Ahora, segura de que él no la quiere, este hueco no se llena con nada. El presente le huye, Marco le huye, la vida le huye y el cuerpo es un cuenco inhabitado mirando de reojo la sombra de Marco. Cierra tras de sí la puerta y camina murmurando apenas una vieja tonada infantil, intentando sostener algo parecido a una alegría. Arranca de entre las madreselvas del balcón, un jazmín que ha quedado solo, apenas siendo. Lo guarda con cuidado en el hueco de la mano, mira al sofocante calor, tan concreto… la desértica quietud de la plaza, y salta al vacío.
El aire es dulce, tibio. Su yo se mece leve entre los árboles… entre el olor de los frutos echándose a perder… El viejo duerme con la mugre al aire -lástima… ella hubiera querido contarle que volaba hacia su pedazo de cielo-. El pelo de Laura le va rozando la cara, los ojos llorosos charcos estancados, serenos, buscando el sol, y el sol cada vez más lejos…

Marco está pegado al teléfono, esperando a que Laura lo atienda: “Hola Laura, ya es mi tercer llamado, no sé adónde te metiste…apenas llegué a casa leí tu papel verde y hermoso, casi caigo redondo. Gracias, amor de mi vida…-¿puedo llamarte así?- Y yo tan tonto temiendo invadirte, molestarte, midiendo cada paso, cada llamado…. Bueno, pero eso ya es pasado. Habrá un antes y un después de este día, mi amor, lo sé. No veo el momento de verte, Laura. Voy para allá corriendo. Esperame. Un beso”

Laura ahora es inorgánica, abstracta… Su cuerpo es una sombra, una seda enredándose en las copas de los árboles, sólo memoria en el cuerpo amado. Su amor infinito se relaja por fin contra un jazmín sobre la tierra del cantero y se va y nunca.

ARTE

Busco un lazo para prestidigitar la mano
la mano que es igual que el alba
igual que el hilo que pende y nos dibuja
un lazo imperfecto no es trazo ni suburbio
es más que éso, una semblanza
una distancia mínima desde la cual se estira, perezosa
la palabra, apenas insinuada o escupida, beligerante, mansa
pronunciada de labios que ardieran en temblor
apenas cruzado el límite de nuestra languidez
acaso acariciando lo que palabra contiene
de símbolo, significado, aureola trasnochada, baba
Enhorabuena, catalogamos los sabrosos, los que nos deleitamos con las vocales
los que paladeamos y bilabeamos y dentificamos cada consonante como un buen vino
Poesía siente desencadenada la memoria
dista milímetros de la locura sana del verde extenso
con el mar indivisible, infinito, apenas se codea
se acomoda de la mano como niña caprichosa
ansiando conservar su sitio inapelable
y así
va corriendo a la vida. Pero a la vida que nace de los partos de potrillo
con dolores, dolores en el alma clavándose profundo, deliberando nudos
atragantados en corazones, en espermas, en yugulares, en duodenos
¿y qué resulta de éso?
resulta vaivén, metafísica, deleite imaginario, puerta traspasada
conglomerado casi siempre inconcluso de amores por decir y ya dichos
de desesperaciones respiradas, jadeadas, insomniadas
de pérdidas laberínticas y dudas exclamantes
acaso vamos llenando cuadernos, manchándolos de sangre saliente de corazones frescos
de tripas, de dulces vómitos del alba.

SALIR DEL DOLOR


La vida se manifiesta cantando mientras uno camina tristemente las calles de la ciudad sin pensar en otra cosa que en lo que estamos padeciendo.
Por grande que sea nuestra pena, nos iremos cruzando con flores, con arboles enormes, con matas de tilos, con enredaderas en las profusas diagonales, con veredas empedradas que nos envuelven, con todo el sol venido hasta nosotros que nos recorre y nos acaricia la piel y el alma, y nos damos cuenta de pronto de que la pena no es tan indefectible después de todo, de que si no apuramos el lugar o las personas, la vida fluye más alegremente y menos terca, de que se puede salir del dolor a través de lo cotidiano, a través de uno mismo, que toda la felicidad la tenemos guardada en nuestro interior, sólo debemos darnos el espacio y los momentos para descubrirla y dejarla salir como una sorpresa que nos deparamos.
Excéntrica y armónica. Obstinada presencia de hedonismo vialáctico. 
Masturbación malabarista
Letra surrealista íntegra en su burla. En su risa. En su prisa
Catártica Verónica, hembra cónica vestida de negro
Súbitamente anestesiada a la idiotez.
Irrespetuosa extrema desnudez para tus manos
Verónica de hielo a la mesura, de fuego a tu cara que le impide rendirse, que no le da tregua
Repleta de amor inundando ciudades.


En carne viva, desnuda en la arena caliente.
Verónica escribiendo… Pensando… Reencarnando en Lispector

La niña voló desenterrando al águila que guardara celosamente
Se disculpó diciendo que era tarde, que algún día
Habría de volver de visita
Quedó la mujer salvaje entre los lobos y el sexo con dueño esta mañana
El oído ramificándose para que llegue hasta el alma que golpea la carne
Por eso hace temblar mi mano cuando se posa
Apenas levitando

SUEÑO DE SU MANO

Anoche soñé con él.
Hacíamos el amor.
Arrancaba con furia la bala de mi pecho.
Me agachaba a tomar agua del lago y el lago era su cara
Casi caigo en él…
Yo miraba el lago y el lago no reía…
Me miraba con los ojos azules como crayones clavándose en mi esternón; me miraba sin ver, con la mirada compasiva de sus piernas a ambos lados de mi cara feliz, de mi cara de geisha surrealista.
Me acaricia el culo, las piernas como si en ese gesto se le fuera la vida
Dice que no hay como mi culo. Como mi boca.

VIDA SENSIBLE

MÁS ALLA DEL SONIDO
EXISTE LA MAGNITUD DEL SILENCIO
UN SILENCIO DE SÍLABAS SUSURRANTES
UN SILENCIO DE MANOS QUE RECORREN
UN SILENCIO DE OLORES
DULCES, TAN AJENOS Y NUESTROS COMO UN NUEVO JARDÍN
UN NUEVO CÉSPED APENAS RECORRIDO

LA MIRADA RESPIRA, OBSERVA, LANGUIDECE
COMO PÁRPADOS VIAJANDO A UN ABISMO INFINITO
ALAS QUE RESGUARDAN Y CORROMPEN
EN EL CONFUSO ALETEO DE PIERNAS QUE SE ENCUENTRAN
QUE SUCUMBEN
QUE RUEGAN Y SUCCIONAN

CADA INSTANTE SE TORNA PERFUMES
EQUILIBRIOS DEL TIEMPO
Y MÁS ALLÁ Y MÁS ACÁ DE TODO
LA MÚSICA SURGE Y SE HUELE BRILLANTE
COMO EL PRIMER SOL DE SEPTIEMBRE
vida sensible

TALLERES DE LECTURA Y ESCRITURA


Talleres de lectura y escritura en narrativa y poesía



2 NIveles: básico y avanzado

a partir de 18 años

Lectura de textos.

Análisis de la obra de escritores seleccionados especialmente.

Lectura y corrección de textos propios

Audio y vídeos de los grandes escritores de todos los tiempos.

Juegos sensoriales.

Invitados para dictado de clases especiales en nuestros talleres.





Solicitar entrevista: veromonty@gmail.com

   

EL VIAJE INTERIOR

Del desconcierto a la serenidad, hay un trago de ron y hay una boca

hay una loca ventana a la vigilia, que se abre de par en par en el silencio

supe de a ratos

Que la desigual mueca se acrecienta

Que no vale la pena aferrarse al delirio, a la ácida nostalgia de los años

Por eso yazgo aquí esta noche, junto a mi desinteresada compañera

la soledad

junto a mí, yo

en mi hermosura se celebra el banquete

Apenas entrecierro los ojos, urdiendo los penúltimos coletazos de una absurda lógica imprevista -Oh! Diatriba a una mujer que crece-

Un instrumento suena casi lejano

–debe ser tu corazón como un laúd vibrando las cuerdas de mi locura-

Te recuerdo perfil mío en mis uñas, casi caigo en tu trampa como un zarpazo

pero no! no seré más espuma, me corporizaré esta noche

no negociaré con mi cerebro, ni entregaré siquiera mi virginal adolescencia

“aparta de mi este cáliz”

me despido incluso de mi libre albedrío

ahora mi albedrío acatará cierta cadencia, cierta vigilia en estado de alerta

no se filtrará como ínter texto ni se regodeará con mis inquisiciones

-seré una elástica presencia, dice-

digital oriental perseveral

será esta transición inagotable que desencaja y erosiona

que bate a duelo el mí con el yo

que no se contenta con el onirismo irrespetuoso y que

-no sin antes mostrar su costado revolucionario-

echa a andar muy suelto de cuerpo, como si nada, como quien no quiere la cosa

(qué cosa no quiere?, mi libertad?, mi centro?)

entonces yo me paro y le contesto:

ES MI VIAJE, COÑO!

DESCORCHAR UN VINO

Aconsejamos realizar este ritual con el sacacorcho que le resulte más práctico y cómodo de utilizar. Realizar los siguientes pasos:
1 » Coloque la botella sobre una mesa y retire el extremo superior de la cápsula que recubre el corcho. Esta operación puede hacerse con un corta-cápsulas, aunque la manera correcta de hacerlo es con la cuchilla que viene incorporada dentro de los sacacorchos llamados "de camarero", que permite hacer el corte por debajo del segundo gollete.
2 » Introduzca la punta del tirabuzón en el centro del corcho y comience a girar el sacacorchos (es el sacacorchos el que debe girar y no la botella).
3 » Comience a retirar lentamente el corcho y, cuando a éste le falte muy poco para salir, haga unos movimientos circulares, para permitir la entrada de aire y que el corcho salga haciendo el menor ruido posible.

LA POESIA DE LA SOMBRA

Me he preguntado muchas veces adónde descansan las oscuras palabras que emergen sorprendentemente de nosotros durante el acto creativo. Cuál es el proceso que habrá de convertir símbolos en frases magníficas generadoras de imágenes jamás pensadas, extraños mundos, deformados y surrealistas.
Cuántas veces nos ha pasado de admirarnos frente a lo que acabamos de escribir como si realmente no fuésemos nosotros los creadores -lo somos?-, no siempre por ser textos geniales sino por desconocer esas imágenes, conceptos o visiones como propias, emergentes de nuestro consciente.
Siempre se ha hablado de la inspiración como emblema de una creación divina que nos llama de pronto sin aviso previo y hace que de estar cocinando una carne al horno, pasemos a encontrarnos ante la creación del mejor poema o cuento de nuestras vidas. Así de incongruente es el rayo inspirador.

Pero un amigo, que de esto sabe bastante, me ha enseñado en mi adolescencia, acerca del placer de escribir por imposición, bajo propia presión. Y realmente allí se siente el oficio. En la escritura como labor, como trabajo arduo pero incansable.
La inspiración, como he dicho, es un rayo que nos atraviesa de pronto y hace que debamos dejar lo que nos ocupa para salir en busca de un papel, de un teclado o de nuestra vieja Rémington, lo mismo da a la hora de transformarnos, de sentirnos poseídos por el flujo que todo-lo-puede.
Pero vale la pena también pasar por la experiencia de lo que cuesta, de lo que no fluye con facilidad y hay que indagar para recibirlo como una ofrenda. Indescriptible es la labor de sentarnos con la firme propuesta de escribir un poema que comience por ejemplo con la palabra “descubro”, por citar alguna caprichosamente – aunque algún futuro psicólogo que lee estas líneas deba alertarme de la causalidad de tal capricho-; allí parten entonces las ideas, las palabras se van hilvanando como aceitadas (en el mejor de los casos) corriendo por un elástico concepto, mostrándonos, dándonos a elegir vías de descripción, inmensidades, formas, colores, sintiendo –sabiendo- que tocamos los fondos más oscuros y profundos del hombre.
Partiendo de un orden gráfico y social, de un racionalismo universal, acabamos aislados en otro orden ilógico y subyacente que nos permite dibujar con una acuarela poco reconocible conformada por tonos extraños, a la vez arquetípicos, las más bellas u horripilantes figuras de nuestro inconsciente.



Para aquellos que temen a la imposibilidad del comienzo, al ya vapuleado terror que origina el blanco infinito del papel, para los que necesiten “ablandar la mano” para animarse a ahondar luego en ellos de una forma más relajada, les recomiendo jugar sin sentir compromiso alguno de forma o de tiempo, jugar con las palabras, jugar con los sentidos o bien, hacer práctico uso de algo parecido a la “escritura automática” de la que tanto han hablado los escritores del surrealismo.
Decía Artaud: “La mano libre del cerebro va donde lleva la pluma; y además un extraño hechizo guía la pluma dándole vida, y por haber perdido todo contacto con la lógica, esta mano así reconstruida toma contacto con el inconsciente.”
Probar que pueda ser la mano, la lapicera, la que tome vida a pesar nuestro, hacerlo durante algunos minutos ininterrumpidamente y, si es posible, sin leer lo que vamos dejando escrito y, mejor aún, si podemos hacerlo con los ojos cerrados.
Este ejercicio se usa frecuentemente para adquirir confianza y contacto real con nuestras profundidades y, aunque algunas veces el resultado aparezca ante nuestros críticos ojos como una suerte de incongruencia –que, indefectiblemente habrá de contar con párrafos “trabajables”-, otras, habremos de descubrir un cierto orden literario factible de ser corregido y ordenado.

La creación poética puede desarrollarse de numerosas formas, pero no es un fenómeno propio de la inspiración, como hemos visto. No es magia o irrealidad; antes es ver, tomar contacto con lo más real, lo más concreto de nuestra “terrenalidad” y, una vez familiarizados con ello, sabernos dueños, apoderarnos de lo encontrado y romper con lo aprehendido. “…romper lo real, extraviar los sentidos, desmoralizar, si es posible, las apariencias, pero siempre con una noción de lo concreto. De su masacre pretendida…”

A la hora de la creación debemos encontrar nuestro grito, la náusea que nos atraviesa en pugna por emerger. Debemos familiarizarnos, amigarnos con la deformidad de nuestras preciosas apariencias y ser en libertad. La libertad es aquello de donde parte toda creación, la libertad interior, la libertad del ser, hace posible y enfoca cualquier acto creativo.
No temamos al vómito informe, no temamos a la cursilería o al cliché. No nos limitemos a la hora de escribir. ESCRIBAMOS.
Luego vendrá el momento de la corrección y será allí donde todo habrá de celebrarse, donde habrán de encontrarse la oscuridad, la musicalidad y la armonía, la negrura y la luz. Podremos por fin romper el maniquí, encontrar nuestra verdadera voz, nuestro grito.
Hagamos de nuestro grito un acto creativo. Hagamos de nuestro llanto, de nuestra impotencia, de nuestra incomprensión un hilo de belleza que nos recorra y nos refleje.
Para eso no debemos temer ser cuando en ese ser no logramos reconocernos.
Adueñémonos de una buena vez de nuestras propias oscuridades, de la sombra que somos y lleva años peleando con la luz.
El acto creativo es maravilloso y es apenas transmisible el regocijo del reflejo.
Dejemos que nos habite y que nos refleje lo más bello y lo más repugnante de nosotros. Hagamos con ello un poema, un párrafo, un cuento. Veámonos en libertad y dejemos que otros se reconozcan en nuestros propios paisajes


DAME DAME

dame tu penenene

porque hoy voy a besarte hasta que sangres

que tengo una dulzura como una sanguijuela

con ganas de prenderse, sudorosa, en tu piel

y mis manos se cansan

de marcar en el aire las líneas de tu trazo, obsesionadas

dame tu bocanene

que tengo un pecho justo a su medida

para que me relajes

con otro tajo mágico de invierno

de tu labio tan labio

que vuela

dame beibi tu resaca de anoche

tu fatiga, tu semen, tu alcohol, todo

que me duermen los sueños

y mi viaje no acaba

no bajo todavía

de los ciento sesenta cristales de la araña

y esta araña se queda y me mira y se enreda

en la tela de baba que tejiste conmigo

dame de tus dedos dos

para cerrar mis labios por favor

que se me está escapando la sonrisa

EROTISMO Y PORNOGRAFIA

En función de deslindar erotismo y pornografía, señalamos que en la escritura pornográfica el sexo es el eje que pone en movimiento el texto, jugando más al efectismo y al espejismo sexual, mientras que en la escritura erótica lo que está en juego es el lenguaje como proceso creativo por lo que se puede afirmar que la pornografía literaria es el analfabetismo de la fantasía en acción que, invocando a la hipertrofia, hiperclaridad de lo explícito y la inmediatez, termina exponiéndose al tedio, mientras que lo erótico, siendo búsqueda, persigue el fuego devastador de los sentidos que en estilo poetisa y permite el volar de los sexos.

Mientras mayor sea la insinuación y más velada, más erótico será el texto, provocando en el lector el afloramiento de sus fantasías, entendiéndose el erotismo como principio del placer y posterior sublimación mística del mismo.

Obras desde la más lejana antigüedad han elevado loas al erotismo: Los antiguos griegos practicaron abiertamente la literatura erótica, cantando en sus comedias al falo; también los romanos; los textos sagrados védicos con las celebraciones y éxtasis hindúes; llevando la mirada a la China de la antigüedad, leemos gran riqueza erótica dentro de un exquisito refinamiento; el Imperio del Sol Naciente vierte fuerza desafiando límites y, en el Medio Oriente se crea ensoñación y música.

El Romanticismo, entra en el Siglo XIX con sus gritos secretos aportándonos la concepción erótica de Flaubert, la pasión en rojo y negro de Stendhal, las flores del mal de Baudelaire y el amor desenfrenado de Werther en Goethe.

Del Siglo XX, mi citar continúa mutilante y destaco la ética de los deseos locos en Henry Miller y la exploración del amor y de lo erótico en la mujer con Anaïs Nin. Apollinaire nos deja once mil vergas en un escrito lúbrico y Bataille sus agudas reflexiones y escritos.

Hoy, la poesía erótica muestra sus vértices secretos y lánguidos, sublimes y dulcemente velados, no intenta la confrontación irracional ni la vehemencia sexual sino que conjuga la naturaleza lúdica con el diario renovarse de los estados sensitivos más exquisítos y recónditos.

verónica monterroso

Mi reino por una historia

Del sexo a la gastronomía, el erotismo puede ir más allá de la obsesión moderna por abarcarlo todo. Los cuentos sutiles de Una reina perfecta amplían esa mirada sobre el mundo de la niñez.

“La sensualidad es una forma de vivir la vida, un sentimiento que abarca la comida, el sexo, el movimiento, todo”, dice una de las “reinas perfectas” del flamante libro de cuentos de Inés Garland (periodista y autora de la novela El rey de los centauros). Los picos de calidad de estos trece relatos coinciden justamente con los momentos en que Garland hace pasar por el tamiz del erotismo diversas búsquedas y fantasmas como el complejo de Edipo, la vejez, la soledad, el humor y la infidelidad.

MALA?

MALA?
FRIDA KAHLO

FRIDA ERA PESIMA PINTORA DICE LA HIJA DE DIEGO RIVERA

Guadalupe Rivera, hija del famoso muralista mexicano Diego Rivera, calificó a Frida Kahlo como "un símbolo de la decadencia" de la sociedad actual, y una "pésima pintora", al tiempo que aseguró que la artista hizo sufrir a su padre.
"Se ha difundido la historia de que mi padre hizo sufrir a Frida, y yo puedo decirle a usted que, en todo caso, Frida hizo sufrir de la misma manera a mi padre", dijo Rivera, en entrevista que concedió al diario La Nación de Costa Rica. "La sociedad actual, a mi juicio, es totalmente decadente y necesita un ícono decadente; Frida es el símbolo de esa decadencia", afirmó la hija de Rivera y Lupe Marín, segunda esposa del muralista. Guadalupe Rivera se encuentra en Costa Rica donde ofrecerá una conferencia sobre la obra de su padre.